MÓDULO 4: ROMPIENDO LA UNIDAD.
Entre los nueve y los diez años y medio de edad, el niño se encuentra profundamente inmerso interiormente; por ello, aprenden a diferenciar su individualidad del resto de la naturaleza y el ambiente. Antes de este punto, que es un movimiento importante en la vida del ser humano, el niño básicamente concibe su alrededor en forma de imágenes, el niño piensa de manera simbólica. Más tarde, se produce una nueva etapa en la cual el niño comenzará a diferenciar su individualidad de la naturaleza y del ambiente exterior.
En este tiempo en la vida que es importante y de enorme significado, la manera en que los adultos se aproximan a los niños puede tener resonancia de ahí y para el resto de la vida. Los adultos que acompañan han de mantenerse en una actitud fresca, vibrante y envolvente (maternal), durante esta etapa que está marcada por una crisis interior. A veces, sólo se trata de encontrar la palabra adecuada en el momento adecuado. El niño del cuarto año está probando de nuevo el mundo, durante este periodo, no siempre manifestará con palabras lo que le ocurre, más bien, manifestará su sentir a manera de preguntas que llevarán a su interior y se conservarán como sentimientos. Sus preguntas pueden tomar miles de formas, pero una característica es que ahora toman un giro más personal e individual: ¿Y cómo es que tú sabes eso? hay una nueva conciencia sobre su papel en el mundo. Y las respuestas de adulto pueden generar sólo pequeñas diferencias en ellos. No obstante, lo que hace una gran diferencia es la manera en que se acompaña en la contención de su alma, al intentar percibir aquello que acontece en ellos.
Este momento puede caracterizarse de manera diferentes. Cuando el niño se encuentra en el proceso del reconocimiento de su individualidad separada del ambiente en que vive, no puede distinguirlo con claridad, por tanto, no puede experimentar su “Yo” con “certeza”, independientemente de que lleven ya un tiempo refiriéndose a sí mismos como “yo”. En este momento de la vida, el niño, a través de experiencias, aprende a diferenciar al ambiente de sí mismo. No podemos ya seguir acompañándolos a través de las lecciones inmersas en los cuentos de hadas. Al niño de esta edad hay que ofrecerle la oportunidad para que se encuentre con oposiciones de manera inesperada, maneras en las que pueda tener la experiencia de cruzar, pero que al mismo tiempo se sienta dirigido y encaminado hacia una solución sana. En lo que respecta a la autoridad, antes de la crisis de los nueve años, el niño la acepta tal como es. Pero entre los nueve y los diez años, el niño se siente de cierta manera, forzado a ver más allá de la figura de autoridad que en realidad la lleva una persona. Y esto no ocurre a nivel consciente; lo sienten a un nivel profundo, en el subconsciente, pero el sentimiento está ahí. La autoridad puede decir “esto es verdadero, esto es bueno, y esto es bello”. Pero ahora, los niños sienten y perciben desde donde dice esto la figura de autoridad. ¿Qué es el conocimiento de lo bueno, bello y verdadero? Por ello, es sumamente importante poder penetrar en las bases de aquello que la autoridad manifiesta, pues todo esto debe tener una coherencia significativa con la verdad y la realidad.