MÓDULO 3: LLEGAR A LA TIERRA.
Al tercer grado se le llama con frecuencia el punto de no retorno de la infancia. Si bien cada edad tiene sus peculiaridades, entre los nueve y los diez años (a veces antes, desde los ocho y medio más o menos), el niño pasa por un cambio particularmente profundo. Del año pasado a este los niños han crecido mucho físicamente. Están más altos, más anchos, más fuertes… hay muchos cambios; pero internamente una transformación mucho más grande está teniendo lugar.
Ya no están en ese espacio seguro de la unidad, donde estaban tranquilos, relajados y confiados. Ya no son uno con el resto del grupo, ni con el maestro, ya no siguen por simple imitación. Cuestionan, ponen a prueba…Comienzan a experimentar un distanciamiento, una separación entre ellos y el resto del mundo ha comenzando un proceso de individuación. De pronto pueden tener la sensación de que hermanos, incluso padres y amigos les parecen extraños y distantes. Entre los ocho y medio y los diez años de edad, muchos niños pueden sentirse solos o aislados, e incomprendidos. Ellos mismos pueden manifestar este sentimiento de no saber qué les pasa. Eventualmente ellos mismos encontraran sus propios recursos internos que les ayuden a ajustarse a su nueva situación, pero el mundo feliz e idílico de los cuentos de hadas de la felicidad eterna, se ha acabado para siempre.
Fantasía de la primera infancia hacia una experiencia más concreta del mundo. El mundo se revela de una nueva manera ante sus ojos. Ante esta nueva mirada, la confianza del niño puede flaquear y es muy frecuente que aparezcan miedos ante esta nueva visión y experiencia del mundo (miedo a la oscuridad, a la muerte, etc.), al mismo tiempo que crecen sus cuestionamientos hacia los adultos, acerca de su autoridad y su competencia. De esta misma forma, los niños de tercer grado están despertando a la dualidad de la vida en la tierra, comienzan a darse cuenta, a ser conscientes del maravilloso mundo que los rodea, pero no sólo de lo que es hermoso, también de lo que es horrible, y comienzan a ser más conscientes de lo que a ellos mismos les gusta y lo que no. Steiner sugiere las historias del antiguo testamento de la tradición hebrea para ilustrar ese sentimiento de separación que los niños experimentan al atravesar la crisis de los nueve años. Los niños se identifican con los sentimientos de pérdida, miedo, desconcierto y lucha que caracterizan la historia de la creación y del viaje del pueblo hebreo que se equipara en esta etapa al sendero del niño. Al mismo tiempo las imágenes contenidas en estas narraciones son también, junto con el resto del planteamiento curricular del tercer grado, la “medicina” para aliviar el alma del niño de nueve años. El currículum de tercer grado ofrece la posibilidad de reconectar al niño con el mundo desde su nueva posición. Le ofrece la maravillosa experiencia de convertirse en habitante y transformador del mundo. La experiencia de que la naturaleza nos brinda todo lo necesario para sobrevivir: plantas, animales, elementos para construir, etc, pero al mismo tiempo, el hombre debe trabajar y crear en el mundo para conseguir casa, alimento, vestido, etc, y de esta forma, la labor del maestro es mostrar con optimismo el maravilloso mundo para que el niño pueda vincularse con el de una manera amorosa y llena de gratitud.